Sorprendió a la amante con otro. Se había presentado sin avisar y eso puede ocurrir. Pero al regresar a casa antes de tiempo, justo
por ese motivo, no esperaba encontrar a su mujer ocupada también en lo
mismo. Fue como cuando le cambiaron el contrato fijo por uno a
tiempo parcial, le bajaron el sueldo y lo amenazaron con el despido si no
trabaja más y más tiempo. —Mejores que tú a cientos suplican en la entrada —le gritaron. Igual, ver gemir a su mujer fue otro grito igual. Su espalda se inclinaba, también, más y más.
Miró a un lado y al otro del puente y luego al río con fijeza.
–Todavía no, antes también yo quiero romper algo, –meditó en voz alta; despacio, muy despacio.
Con la misma prisa acabó de cruzar el puente. Al otro, al levantar la cabeza, oyó que le decían:
–¡Hola!
Escuchó
con atención; la mirada era muy cálida, la sonrisa muy fresca y la cara más bonita todavía si cabe.
Antes de bajar hacia las tetas miró hacia atrás para comprar si le seguían.
Nada, en sombras se habían convertido los recuerdos. No quedaba ni el
puente, todo se lo llevaba el río; que parecía fluir más libre sin
orillas.